domingo, 19 de julio de 2009

Novecientos días muy especiales

Por PEPE ELIASCHEV

La Argentina no crece. Tuvo que reconocerlo el propio Gobierno, mientras el ministro de Economía, Amado Boudou, hacia malabarismos para digerir los amargos tragos de kirchnerismo que ahora le toca saborear. Sigue sin poder formar equipo, tras verificar en la realidad que el verdadero titular de la cartera es Néstor Kirchner y que el designado no puede sino ser una figura virtual.
abre comillasLa inevitable aceptación de la realidad por parte del vapuleado INDEC fue blanqueada por el ministro Boudou, quien juró que 'va a hacer algo' con el Institutocierra comillas


Pese a que el Gobierno no reconoce la caída de la actividad económica, por lo menos las cifras del INDEC ya admiten que no hay crecimiento. En mayo la Argentina no registró variaciones respecto del mismo mes de 2008. Desde noviembre de 2002 (gobierno del presidente Eduardo Duhalde), por primera vez el Estimador Mensual no reporta crecimiento.

La Argentina venía creciendo hacía ya siete meses consecutivos cuando Kirchner asumió la presidencia, a fines de mayo de 2003. Esto era tan concluyente que Kirchner no tocó al ministro Roberto Lavagna, nombrado por Duhalde en abril de 2002 y que permaneció en el cargo hasta noviembre de 2005.

CAMBIOS

Esto patentiza que es la primera vez en casi siete años que las estadísticas oficiales que siguen la marcha de la economía argentina informan de un crecimiento cero en un mes cualquiera respecto del mismo mes del año anterior. Por eso, y afortunadamente, el golpeado gobierno de Cristina Kirchner ha comenzado a conversar con la oposición política y económica.

El oficialismo ahora reconoce, aunque no lo admita en público, que el producto bruto interno nacional retrocedió mes a mes hasta noviembre de 2002 (cuando registró 4,9 por ciento menos que en noviembre de 2001), pero ya en diciembre de 2002 exhibía el primer brote verde, una suba de 0,6 por ciento, que se amplió al 4,2 por ciento en enero de 2003. Esos seis meses de presidencia de Duhalde fueron el comienzo del ciclo virtuoso, bajo la conducción de Lavagna. Ese semestre de relanzamiento fue lo que recibió (y no inventó) el gobierno de Kirchner. Eso ahora está suspendido.

La inevitable aceptación de la realidad por parte del vapuleado INDEC fue blanqueada por el ministro Boudou, quien juró que "va a hacer algo" con el Instituto, tras enfatizar que dicha repartición "forma parte" del Palacio de Hacienda, como si fuera necesario aclararlo: "el INDEC es parte de la agenda de la Presidenta, es parte de mi agenda, es parte de todos. Vamos a hacer algo en ese sentido para el mejoramiento de todas las instituciones", confesó en lenguaje un poco oblicuo.

Como el sarcasmo y la soberbia han sido hasta ahora recursos habituales del oficialismo, Boudou no se desmarcó por completo de esa manera desdeñosa de comportarse, e ironizó sobre los rumores que el jueves sacudieron la City: "sí, yo renuncié. Los diarios están buscando noticias. Y está bien, los muchachos trabajan mucho. Nosotros también trabajamos mucho". La verdad es que el comienzo de Boudou ha sido pedregoso y poco ágil, después de la larga siesta del irrelevante e inaudible Carlos Fernández.

Mientras que el Gobierno tuvo reflejos atinados al recibir primero a los ganadores de las elecciones, el Acuerdo Cívico y Social (ACyS), Boudou certificó otro cambio inexorable: regresar al Fondo Monetario Internacional, del que Kirchner se había ido con un portazo y pagando al contado unos 10.000 millones de dólares. "Vamos a ir a los mercados voluntarios de crédito", admitió el nuevo ministro, pero necesitó una capa importante de maquillaje de ocasión: "no vamos a aceptar recetas que ya llevaron al país a un 25 por ciento de desempleo. Vamos a ir a los mercados voluntarios de crédito, estamos trabajando en muchas medidas vinculadas a esto, pero en el contexto de un acercamiento a los mercados de financiamiento que nos permita seguir generando más trabajo en el país, lo único que le da sustento a la Argentina a largo plazo".

Retórica colorida, pero superficial. La Argentina quiere volver al mundo porque se le terminó el dinero a Hugo Chávez y si lo presta, lo cobra más caro que nadie. La fantasía de vivir con lo nuestro se desvanece y nada mejor que un cuadro del más virulento neoliberalismo económico, formado en las aulas del menemista CEMA, como encargado de pilotear ese retorno, tras largos años de inflamada dialéctica para la platea.

Pero Boudou no pudo armar todavía su equipo, después de diez días en el cargo, con la excepción de ratificar a Guillermo Moreno, intangible y blindado por ahora. Un ex colaborador de Aníbal Ibarra en el Gobierno de la Ciudad, Roberto Feletti, que era vicepresidente del Banco Nación, se alineó ahora bajo el mando de Boudou como secretario de Política Económica. Feletti es diestro para encuadrarse. Luego de trabajar en diversos cargos para Ibarra, se puso a las órdenes del ahora opositor Alberto Fernández. Cuando éste tuvo que hacer las valijas, Feletti se colocó bajo el amplio paraguas de Julio de Vido. Ahora reportará, además, a Boudou. Un funcionario público casi vitalicio como Feletti no se borra así nomás de la planta de personal altamente remunerado por el Estado.

EQUIPO

Se asegura que Guillermo Moreno mantiene un vínculo lubricado con Feletti, cuya tarea en el Banco Nación era aprobar créditos, tarea en la que fue muy complaciente con los pedidos del todopoderoso secretario de Comercio, que siempre pide dinero para empresas en problemas que él termina supervisando o directamente manejando.

Pero la primera semana en el cargo fue dura para Boudou. Desde Olivos, la sombra de Kirchner se hizo sentir de manera rotunda. Fue Néstor y no Cristina quien, según todos los indicios, punteó los nombres sugeridos por el ministro para su equipo y puso la bolilla negra. Magullado desde el 28 de junio, Néstor Kirchner sigue ejerciendo un poder que solo pueden acotar las limitaciones de la realidad, pero que nadie cercano a él se anima a cuestionar todavía.

Lo sugestivo y aleccionador es que Boudou y el presidente del Banco Central, Martín Redrado, son hoy los dos máximos funcionarios de la economía kirchnerista. Ambos tienen formación, extracción, criterios y reflejos de acendrada raíz neoliberal, pero supieron adecuarse al clima de la época. Mientras que a los profesores universitarios que militan en Carta Abierta, Kirchner les habla de peronismo revolucionario, John William Cooke y Rodolfo Walsh, para la economía real apela a quienes siempre pertenecieron al mundo cultural o práctico de los negocios, sin renunciar nunca, eso sí, a defender en público un funambulesco "modelo" nacional y popular.

Claro que el Gobierno está ahora enredado en una serie de adecuaciones y acomodamientos que no dejan de ser expresión de una realidad abrumadora, su derrota electoral del 28 de junio, tras la cual el aniversario de su derrota en el Senado por la resolución 125 del que se recuerda un año, parece darle valencia y espesor todavía mayor.

El kirchnerismo ha sido víctima de su propio dogmatismo, más formal que ideológico. En un año horrible para sus proyectos y expectativas, retrocedió sin parar y ahora se encuentra ante un universo diferente y con la necesidad de organizar su nueva vida, con reglas de involucramiento muy alteradas, entre las cuales la soberbia y la altanería son improcedentes. Tras conversar con radicales, socialistas y cívicos, ahora les toca el turno a peronistas y macristas. Nada monumental surgirá seguramente de estos encuentros, que son noticia porque durante seis años el kirchnerismo gobernó solo, consigo mismo y con sus valedores, ignorando de modo hiriente al resto del país. Pero que se converse y que gente no conchabada por el poder sea autorizada a tomar un vaso de agua en la Casa Rosada demuestra que, en su abismal indigencia ciudadana, la Argentina se reencuentra lentamente con otra realidad.

DEMOSTRACION

Esta semana Cristina Kirchner conversará a solas con Mauricio Macri y Florencio Randazzo se las verá con su ex jefe Felipe Solá. Un mundo desconocido y sorprendente asoma el desafío abierto a la verticalidad intemperante del pasado. Los Randazzo y los Boudou ocupan el escenario, mientras los agotados mastines de la prepotencia, estilo Kunkel o D'Elía, mastican su amargo silencio. ¿Cambio táctico? ¿Dejarse "invadir" para luego contra atacar con más fuerza? La que deberá demostrarlo se llama Cristina Kirchner. Le quedan casi 900 días de mandato.

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